domingo, 12 de abril de 2015

Aquellas vacaciones que no eran en Marzo



1.974

“En el fondo del arcón había una caja. En el fondo de la caja dos fotografías. En una de ellas un sol rojo se ponía en un mar azul oscuro atravesado por una carabela”. Esas fueron sus primeras vacaciones y está escrito en el reverso del menú del Bar Central  una luz difuminada, sobrecogedora e indescifrable. Era un tiempo distinto, la respiración de un anfibio sobre una piedra templada”.

1.978

“Las vacaciones tenían el sabor del agua de limón del Valencianico”. Fue lo primero que le vino a la cabeza, escribe. “Hoy todavía son memoria de colores distintos. Las cosas, los escenarios, las campanas de iglesia  tienen otro lenguaje. Aunque ya no es lo mismo”. Después no supo porque lo había escrito, termina diciendo.

2015

Esto no sucedía en un mes de marzo ¿Quién se iba en marzo de vacaciones en Madrid? Eran julios y descifrar su pensamiento, imaginar que postura preferirían para hacer el amor.
agostos amarillos. Sus vacaciones en las playas mediterráneas las pasaba descifrando las huellas, el carácter o el peso de quien las dejó, imaginando el cuerpo del dueño o la dueña de los pies. Luego fue descifrar su destino,
Un día encontró el camino de unas huellas que se perdían en el mar ¿Fue en 1.979? Un pie de mujer y una estrella, las cinco puntas de una estrella. No pudo dejar de pensar en la ausencia de quien las dejara, el misterio o la nostalgia, la intención irreconocible. Todo eso daba sentido a su soledad. Eran sus vacaciones

1.979

“Pasaste por mi lado cuando estaba ausente y yo después me encontré  con tu ausencia. Densa como un metal, pesada como una sombra, fugaz como el asombro”. En el manuscrito la palabra asombro está borrada y junto a ella hay una estrella de cinco puntas y después “fugaz como una estrella”. La palabra estrella esta borrada y no puedo leer lo que dice a continuación

1.982

Puso en el equipaje un libro de Demócrito. El propósito era que entre cañas y sardinas pudiese terminar el ensayo. Era su compromiso. El cuaderno empezaba con la frase entrecomillada “Lo mejor para el hombre es pasar la vida lo más contento y lo menos afligido que pueda. Ello sería posible si los placeres no se basaran en cosas perecederasdespués entre paréntesis: Demócrito, 314.

La verdad es que no llegó a terminarlo, fue el verano que conoció a Teresa. Su intención era hablar de la conquista de la felicidad, expresar la sustancia política de esta idea, citar que por primera vez se expresó en la Constitución de Independencia de los Estados Unidos de América, donde la felicidad dejó de ser sólo un anhelo y empezó a ser un derecho.

Encontré numerosas citas de Demócrito: “No anheles conocerlo todo, no sea que te vuelvas ignorante de todo”.  Sin que después hubiese paréntesis ni fragmento. En una de las últimas hojas que alcanzó a escribir  y subrayada en bolígrafo rojo “Toda tierra es accesible,, pues de un alma buena es patria el mundo entero”  y ahora sí, el paréntesis y dentro fr.247, Demócrito 320. Me distrajo que detrás de accesible pusiese dos comas, teniendo en cuenta que era un manuscrito.

Después de conocerlo como investigador estaba facultado para pensar que nada era casual en él o que todo era premeditado.

En aquel verano, he dicho, conoció a Teresa y pronto recapacitó sobre la conveniencia de experimentar la felicidad y no escribir sobre ella, además no tenía ningún aprecio por la Constitución de los Estados Unidos, ni por casi nada de los Estados Unidos y Teresa tenía unos ojos brillantes con pupilas de luna. En uno de los diarios que quedaron en la Comisaría, relacionaba su decisión con las enseñanzas de Demócrito: “No anheles conocerlo todo…”. Es decir, había que elegir y era verano. 

2.015


La desaparición de Esteban en sus primeras vacaciones del hemisferio sur no me sorprendió, llevaba meses hundido en sus obsesiones. Sus diarios lo muestran. Volvió a escribir sobre Demócrito y a fantasear sobre su propia percepción de fenómenos que no eran visibles para otros. Me he venido a Brasil con los diarios que robé de la Comisaría de Policía de Huelva para tratar de entender que vino a buscar aquí.

Las cosas cobran otro sentido cuando se observan desde el mismo lugar en que ocurrieron. Esteban desapareció un día de Febrero en Barra de Sao Miguel. La última persona con la que habló fue el camarero Grineldo Melo. Lo supimos por una diligencia que solicitamos de la Prefectura de Maceió y poco más. Pocos recuerdan haberlo visto, el Sargento Olavarría lo definió como esfumación.

1.989

“Demócrito me sirvió en aquellos años para neutralizar las opiniones de JM. JM es la abreviatura de José Manuel, un amigo muy querido que se reconocería en el Jose Manuel si lo leyera y por su aversión a cierta significancia pública preferiría no ser citado, no constar, como Bartleby.

También si leyera la referencia a Bartleby se sentiría aludido. Sí, José Manuel nos advertía a su exmujer y a mí que sospechásemos de nuestro optimismo y por nuestra incapacidad para habitar en una existencial depresión. Ningún genio ni artista que se precie ha habitado en el optimismo, salvo en breves oasis de la vida.

Demócrito le contradice y es más famoso, pensaba yo. Claro que nunca se lo dije. Él me hubiera podido citar a Nietzsche o a Kafka, a esos centroeuropeos que tienen poco sol en sus países, que apenas tienen playas, ni conocen el cerdo ibérico. Hay geoemociones. JM tenía un dolor antiguo. Lo digo porque hoy soñé que era él”


2.015

Por las mañanas leo todo el material que he ido seleccionando en la investigación, por las tardes paseo con Eleonora por las playas de Brasil, en las noches escribo lo que voy intuyendo, me detengo en frases que cobran otro sentido, por ejemplo “la respiración de un anfibio sobre una piedra templada”. En cualquier momento del día me siento bajo un quitasol y escribo estas notas para poner orden en el proceso. 



Lo aprendí en la Comisaría de Huelva en tantas jornadas en las que no pasaba nada, ni crímenes, ni robos, ni desapariciones, ni violaciones en serie. Solo el calor insoportable ¿Cómo no iba a interesarme por Esteban cuando vino a denunciar el rapto de Teresa y la persecución que sufría desde su viaje a Brasil un año antes?    

1.993

“Siempre he tenido un conflicto con mi cara. No sabe reflejar el estado de mi alegría. Sí, yo tengo un ADN optimista, que la química de mi expresión no sabe mostrar ¿Por qué digo esto? Porque despierto con la alegría de vivir, canto en la ducha. En esto tiendo a creer a ciegas a Demócrito.

No niego que, especialmente los Jueves, empieza a pasarme que esta sensación de plenitud decae, que llega a trocarse en un cierto desasosiego al pensar que, con los años, queda menos tiempo para ella. Son agujeros negros en el pensamiento que dejan pasar pequeñas dosis del ozono de la angustia.

La plenitud contiene el embrión inadecuado de la zozobra. Así fueron alguna vez mis vacaciones: una plenitud exploradora que en los primeros días de septiembre encontraban, abrupto, su final. Teresa me insiste en la naturaleza dual, el ser que es, porque existe el no-ser y en sus ojos negros veo una lejanía que no era.” 



2.015

Esteban desapareció en febrero del año 2.005. Lo conocí seis meses antes cuando presentó la denuncia de la desaparición de Teresa en la playa de Nuevo Portíl (él insistía en el rapto). Colgada en la rama de un enebro, encontramos una pulsera-esclava que llevaba grabado el nombre de Esteban.

Sus explicaciones fueron confusas, sospechaba de un grupo practicante de una religión que rescataba personas que se perdían en vida, enseñaban la ausencia, dejaban zapatos en la noche en las playas del Norte de Brasil.

Una tarde que fui a interrogarle me dejó husmear en su cajón de diarios con tapas negras o rojas. Nos sentamos en una terraza del malecón, el tomó un fino, yo estaba de servicio y le dije que no, pero al dar las 6 se lo acepté. Cuando empezó el crepúsculo me dijo “a pesar de todo teníamos esperanza. Teresa estaba más lejana, pero teníamos esperanza”.

Yo me quedé sin preguntas, hay veces que la fuerza de una escena me sugiere no interrumpirla con el manual de preguntas de oficio, menos con el tono. Me dejó el último librillo que estaba escribiendo. Debajo de la fecha de ese día encontré:

“Paseamos por la playa, nos gustaba observar las huellas de pies en la arena, imaginar a los personajes, quienes serían los dueños de esos pies, qué raza de perro les seguía, la conversación que taparían las olas. La distancia de los pasos, la distancia entre los pies cuando eran parejas. No era diferente al ejercicio citadino de mirar el edificio de enfrente y adivinar la vida de sus inquilinos, de conocer a los amantes, la forma de desvestirse ante un espejo, los nombres posibles de las mascotas, el riesgo de asesinato cada vez que en una cocina se alzaba un cuchillo de destazar carne.
Llevábamos cuatro días jugando a eso. A Teresa le hacía reír, hasta que apareció el zapato, no una sandalia, ni una chala, no,  un zapato encallado en la arena con la puntera mirando al mar y unos pasos más allá otro, esta vez de mujer con su tacón hundido. No había rastro de pisadas.
Teresa me pidió que volviésemos y aseguró que había oído pasos en el manglar. Yo no la creí”   
    



2.003

 “Hemos regresado a la habitación nerviosos. Teresa ha vomitado, en el camino reparó en las huellas de unos pies desnudos que salían del manglar y regresaban. Miramos hacia atrás y no vimos los zapatos. Eso es cierto, pero yo le hago ver que el exceso de descanso da rienda suelta a la imaginación y con ella una extraña hiperactividad de crear interpretaciones y sospechas. Sabemos que la energía ni se crea, ni se destruye. Todo esto va contra mi ser Demócrito. Quiero decir, esta congoja.
Le he contado a Teresa que la profesora de Literatura del último año del Bachillerato nos enseñó cómo, con cuatro ideas sin conexión, se podía escribir una historia. En sus ojos leo la lejanía, la certeza de que la estoy consolando  o se está perdiendo fugaz como una niebla”

2.015

El caso quedó abierto, al año siguiente Esteban vino a verme, me regaló unos libros de Demócrito y su ensayo. Una colección de cintas de cantantes italianas y me dejó la llave de su apartamento de Madrid. Tenía pasaje para Brasil quería resolver el enigma de la desaparición de Teresa. No conseguí disuadirle. Todos, de alguna forma, buscamos nuestro destino y nuestra perdición.

Aquel día pagué yo los finos. Han Transcurrido once años. No puedo decir que han sido fáciles, por muchas cosas, pero entre ellas porque la melancolía de Esteban confesándose alegre y su seguridad sintiéndose perdido me han perseguido sin descanso. Por eso le propuse a Eleonora que viniésemos a Barra de Sao Miguel, al mismo lugar que me mostró Esteban. He conocido al camarero Grineldo Melo. No sabe de quién le hablo.

Esta mañana caminamos por la playa solitaria, encontramos 21 calzados distintos, ninguno con su par, de todos los colores, de mujeres y hombres, sandalias de niñas, zapatitos de bebé. Al final de un espolón un zapato de vestir de hombre estaba encallado hasta la mitad con la puntera mirando al mar. ¿Qué hacen aquí diseminados en cien metros de costa? Unos alejados de otros, a veces con esa soledad indescriptible de un zapato solo, otras como si fueran el símbolo de una familia arrastrada por las olas. Le he pedido a Eleonora que regresáramos al hotel.

Ella se ha puesto a dormir y yo he empezado a escribir un informe: “Teorías sobre la pérdida de zapatos”. Al despertar Eleonora ha vomitado. Debe ser el sol inclemente. No quiero que la inunde este miedo.

2.016

El informe del sargento Olavarría fue impreciso. Hablaba del Negro Melo opinando que el Inspector Celso Emilio y su mujer Eleonora eran gente rara. Mucha pregunta y mucho silencio. Dijo que se llevaron una ventana vieja y gastada que encontraron en la playa delante de la casa de Don Joao, como si fuera un bien preciado. Este era un ejemplo de extravío.

En la Barra nunca había pasado nada, salvo el suicidio del zapatero Isaías en el verano del 2.005.

En la tercera página Olavarría  incluyó unos párrafos del “Cuaderno de Conjeturas” de Celso Emilio Pérez que reflejaban, según él, un mal momento del Inspector. No puso comillas para identificar lo que era cita de lo que él mismo opinaba, no puede asegurarse, por tanto, qué pertenece a cada uno:

tantos motivos, tantos zapatos…pero estaba la cercanía y la posibilidad de las pateras, las balsas de emigrantes, el tráfico de los nuevos esclavos buscando un paraíso, oscuros trenes a vela de la frustración y la esperanza. Eleonora no movía una ceja y sus ojos estaban traspasados de nubes de tormenta. En el hotel no tenían memoria de tanta lluvia ni de tantos zapatos. Quiero anotar también el silencio de un hombre que nos miraba rastrear y fotografiar todo meticulosamente, una media de tres fotos por zapato, mientras él hablaba por walky-talky. A veces se cruzan las miradas y una chispa salta sin presencia. Ninguno de los dos quiso hablar de los zapatos en la cena. Menos aún de las estrellas de cinco puntas que encontramos. Eleonora apenas probó su plato. Creo que debemos volvernos a Huelva. En la cámara de fotos hay 1.126 documentos como prueba. Cuatro noches sin dormir.


La recomendación final del Informe es que se consideren desaparecidos, en apenas cinco metros no se hacía pie cuando subía la marea, precisaba, estos mares tranquilos son muy traicioneros, puso como comentario. “Mi conclusión es que murieron ahogados. Nadie halló la cámara de fotos. La cuenta del hotel quedó impaga, consideran que la Policía de Huelva debería hacerse cargo. Hice constar con firmeza que el Inspector no estaba en comisión de servicio y que nuestro Cuerpo no se hace cargo de gastos personales. Haré la declaración procedente a mi llegada. Con el debido respeto quiero solicitar tres días de permiso, este es un lugar paradisaico ”.

La expresión textual fue paradisaico.