1.974
“En el fondo del arcón
había una caja. En el fondo de la caja dos fotografías. En una de ellas un sol
rojo se ponía en un mar azul oscuro atravesado por una carabela”. Esas fueron sus primeras vacaciones y
está escrito en el reverso del menú del Bar Central “una
luz difuminada, sobrecogedora e indescifrable. Era un tiempo distinto, la
respiración de un anfibio sobre una piedra templada”.
1.978
“Las vacaciones tenían
el sabor del agua de limón del Valencianico”. Fue lo primero que le vino a
la cabeza, escribe. “Hoy todavía son
memoria de colores distintos. Las cosas, los escenarios, las campanas de
iglesia tienen otro lenguaje. Aunque ya
no es lo mismo”. Después no supo porque lo había escrito, termina diciendo.
2015
Esto no sucedía en un mes de marzo ¿Quién se iba en marzo de
vacaciones en Madrid? Eran julios y descifrar su
pensamiento, imaginar que postura preferirían para hacer el amor.
agostos amarillos. Sus vacaciones en las
playas mediterráneas las pasaba descifrando las huellas, el carácter o el peso
de quien las dejó, imaginando el cuerpo del dueño o la dueña de los pies. Luego
fue descifrar su destino,
Un día encontró el camino de unas huellas que se perdían en
el mar ¿Fue en 1.979? Un pie de mujer y una estrella, las cinco puntas de una
estrella. No pudo dejar de pensar en la ausencia de quien las dejara, el
misterio o la nostalgia, la intención irreconocible. Todo eso daba sentido a su
soledad. Eran sus vacaciones
1.979
“Pasaste por mi lado
cuando estaba ausente y yo después me encontré
con tu ausencia. Densa como un metal, pesada como una sombra, fugaz como
el asombro”. En
el manuscrito la palabra asombro está
borrada y junto a ella hay una estrella de cinco puntas y después “fugaz como una estrella”. La palabra estrella esta borrada y no puedo leer lo
que dice a continuación
1.982
Puso en el equipaje un
libro de Demócrito. El propósito era que entre cañas y sardinas pudiese
terminar el ensayo. Era su compromiso. El cuaderno empezaba con la frase
entrecomillada “Lo mejor para el hombre es pasar la vida lo más contento y
lo menos afligido que pueda. Ello sería posible si los placeres no se basaran en
cosas perecederas” después entre paréntesis: Demócrito, 314.
La verdad es que no llegó a terminarlo, fue el verano que
conoció a Teresa. Su intención era hablar de la conquista de la felicidad,
expresar la sustancia política de esta idea, citar que por primera vez se
expresó en la Constitución de Independencia de los Estados Unidos de América,
donde la felicidad dejó de ser sólo un anhelo y empezó a ser un derecho.
Encontré numerosas citas de Demócrito: “No anheles conocerlo todo, no sea que te vuelvas ignorante de todo”. Sin que después hubiese paréntesis ni
fragmento. En una de las últimas hojas que alcanzó a escribir y subrayada en bolígrafo rojo “Toda tierra es accesible,, pues de un alma
buena es patria el mundo entero” y
ahora sí, el paréntesis y dentro fr.247, Demócrito 320. Me distrajo que detrás
de accesible pusiese dos comas,
teniendo en cuenta que era un manuscrito.
Después de conocerlo como investigador estaba facultado para
pensar que nada era casual en él o que todo era premeditado.
En aquel verano, he dicho, conoció a Teresa y pronto
recapacitó sobre la conveniencia de experimentar la felicidad y no escribir
sobre ella, además no tenía ningún aprecio por la Constitución de los Estados
Unidos, ni por casi nada de los Estados Unidos y Teresa tenía unos ojos
brillantes con pupilas de luna. En uno de los diarios que quedaron en la
Comisaría, relacionaba su decisión con las enseñanzas de Demócrito: “No anheles conocerlo todo…”. Es decir,
había que elegir y era verano.
2.015
La desaparición de Esteban en sus primeras vacaciones del
hemisferio sur no me sorprendió, llevaba meses hundido en sus obsesiones. Sus
diarios lo muestran. Volvió a escribir sobre Demócrito y a fantasear sobre su
propia percepción de fenómenos que no eran visibles para otros. Me he venido a
Brasil con los diarios que robé de la Comisaría de Policía de Huelva para
tratar de entender que vino a buscar aquí.
Las cosas cobran otro sentido cuando se observan desde el
mismo lugar en que ocurrieron. Esteban desapareció un día de Febrero en Barra
de Sao Miguel. La última persona con la que habló fue el camarero Grineldo
Melo. Lo supimos por una diligencia que solicitamos de la Prefectura de Maceió
y poco más. Pocos recuerdan haberlo visto, el Sargento Olavarría lo definió
como esfumación.
1.989
“Demócrito me
sirvió en aquellos años para neutralizar las opiniones de JM. JM es la
abreviatura de José Manuel, un amigo muy querido que se reconocería en el Jose
Manuel si lo leyera y por su aversión a cierta significancia pública preferiría
no ser citado, no constar, como Bartleby.
También si leyera
la referencia a Bartleby se sentiría aludido. Sí, José Manuel nos advertía a su
exmujer y a mí que sospechásemos de nuestro optimismo y por nuestra incapacidad
para habitar en una existencial depresión. Ningún genio ni artista que se
precie ha habitado en el optimismo, salvo en breves oasis de la vida.
Demócrito le
contradice y es más famoso, pensaba yo. Claro que nunca se lo dije. Él me
hubiera podido citar a Nietzsche o a Kafka, a esos centroeuropeos que tienen
poco sol en sus países, que apenas tienen playas, ni conocen el cerdo ibérico.
Hay geoemociones. JM tenía un dolor antiguo. Lo digo porque hoy soñé que era
él”
2.015
Por las mañanas leo todo el material que he ido
seleccionando en la investigación, por las tardes paseo con Eleonora por las
playas de Brasil, en las noches escribo lo que voy intuyendo, me detengo en
frases que cobran otro sentido, por ejemplo “la respiración de un anfibio sobre una piedra templada”. En
cualquier momento del día me siento bajo un quitasol y escribo estas notas para
poner orden en el proceso.
Lo aprendí en la Comisaría de Huelva en tantas jornadas en
las que no pasaba nada, ni crímenes, ni robos, ni desapariciones, ni
violaciones en serie. Solo el calor insoportable ¿Cómo no iba a interesarme por
Esteban cuando vino a denunciar el rapto de Teresa y la persecución que sufría
desde su viaje a Brasil un año antes?
1.993
“Siempre he tenido
un conflicto con mi cara. No sabe reflejar el estado de mi alegría. Sí, yo
tengo un ADN optimista, que la química de mi expresión no sabe mostrar ¿Por qué
digo esto? Porque despierto con la alegría de vivir, canto en la ducha. En esto
tiendo a creer a ciegas a Demócrito.
No niego que,
especialmente los Jueves, empieza a pasarme que esta sensación de plenitud
decae, que llega a trocarse en un cierto desasosiego al pensar que, con los
años, queda menos tiempo para ella. Son agujeros negros en el pensamiento que
dejan pasar pequeñas dosis del ozono de la angustia.
La plenitud
contiene el embrión inadecuado de la zozobra. Así fueron alguna vez mis
vacaciones: una plenitud exploradora que en los primeros días de septiembre
encontraban, abrupto, su final. Teresa me insiste en la naturaleza dual, el ser
que es, porque existe el no-ser y en sus ojos negros veo una lejanía que no
era.”
2.015
Esteban desapareció en febrero del año 2.005. Lo conocí seis
meses antes cuando presentó la denuncia de la desaparición de Teresa en la
playa de Nuevo Portíl (él insistía en el rapto). Colgada en la rama de un
enebro, encontramos una pulsera-esclava que llevaba grabado el nombre de
Esteban.
Sus explicaciones fueron confusas, sospechaba de un grupo
practicante de una religión que rescataba personas que se perdían en vida,
enseñaban la ausencia, dejaban zapatos en la noche en las playas del Norte de
Brasil.
Una tarde que fui a interrogarle me dejó husmear en su cajón
de diarios con tapas negras o rojas. Nos sentamos en una terraza del malecón,
el tomó un fino, yo estaba de servicio y le dije que no, pero al dar las 6 se
lo acepté. Cuando empezó el crepúsculo me dijo “a pesar de todo teníamos esperanza. Teresa estaba más lejana, pero
teníamos esperanza”.
Yo me quedé sin preguntas, hay veces que la fuerza de una
escena me sugiere no interrumpirla con el manual de preguntas de oficio, menos
con el tono. Me dejó el último librillo que estaba escribiendo. Debajo de la
fecha de ese día encontré:
“Paseamos por la
playa, nos gustaba observar las huellas de pies en la arena, imaginar a los personajes,
quienes serían los dueños de esos pies, qué raza de perro les seguía, la
conversación que taparían las olas. La distancia de los pasos, la distancia
entre los pies cuando eran parejas. No era diferente al ejercicio citadino de
mirar el edificio de enfrente y adivinar la vida de sus inquilinos, de conocer
a los amantes, la forma de desvestirse ante un espejo, los nombres posibles de
las mascotas, el riesgo de asesinato cada vez que en una cocina se alzaba un
cuchillo de destazar carne.
Llevábamos cuatro
días jugando a eso. A Teresa le hacía reír, hasta que apareció el zapato, no
una sandalia, ni una chala, no, un
zapato encallado en la arena con la puntera mirando al mar y unos pasos más
allá otro, esta vez de mujer con su tacón hundido. No había rastro de pisadas.
Teresa me pidió
que volviésemos y aseguró que había oído pasos en el manglar. Yo no la
creí”
“Hemos regresado a la habitación nerviosos. Teresa ha vomitado, en el
camino reparó en las huellas de unos pies desnudos que salían del manglar y
regresaban. Miramos hacia atrás y no vimos los zapatos. Eso es cierto, pero yo
le hago ver que el exceso de descanso da rienda suelta a la imaginación y con
ella una extraña hiperactividad de crear interpretaciones y sospechas. Sabemos
que la energía ni se crea, ni se destruye. Todo esto va contra mi ser
Demócrito. Quiero decir, esta congoja.
Le he contado a
Teresa que la profesora de Literatura del último año del Bachillerato nos
enseñó cómo, con cuatro ideas sin conexión, se podía escribir una historia. En
sus ojos leo la lejanía, la certeza de que la estoy consolando o se está perdiendo fugaz como una niebla”
2.015
El caso quedó abierto, al año siguiente Esteban vino a
verme, me regaló unos libros de Demócrito y su ensayo. Una colección de cintas
de cantantes italianas y me dejó la llave de su apartamento de Madrid. Tenía pasaje
para Brasil quería resolver el enigma de la desaparición de Teresa. No conseguí
disuadirle. Todos, de alguna forma, buscamos nuestro destino y nuestra
perdición.
Aquel día pagué yo los finos. Han Transcurrido once años. No
puedo decir que han sido fáciles, por muchas cosas, pero entre ellas porque la
melancolía de Esteban confesándose alegre y su seguridad sintiéndose perdido me
han perseguido sin descanso. Por eso le propuse a Eleonora que viniésemos a
Barra de Sao Miguel, al mismo lugar que me mostró Esteban. He conocido al
camarero Grineldo Melo. No sabe de quién le hablo.
Esta mañana caminamos por la playa solitaria, encontramos 21 calzados distintos, ninguno con su par, de todos los colores, de mujeres y
hombres, sandalias de niñas, zapatitos de bebé. Al final de un espolón un
zapato de vestir de hombre estaba encallado hasta la mitad con la puntera
mirando al mar. ¿Qué hacen aquí diseminados en cien metros de costa? Unos
alejados de otros, a veces con esa soledad indescriptible de un zapato solo,
otras como si fueran el símbolo de una familia arrastrada por las olas. Le he
pedido a Eleonora que regresáramos al hotel.
Ella se ha puesto a dormir y yo he empezado a escribir un
informe: “Teorías sobre la pérdida de zapatos”. Al despertar Eleonora ha
vomitado. Debe ser el sol inclemente. No quiero que la inunde este miedo.
2.016
El informe del sargento Olavarría fue impreciso. Hablaba del
Negro Melo opinando que el Inspector Celso Emilio y su mujer Eleonora eran
gente rara. Mucha pregunta y mucho silencio. Dijo que se llevaron una ventana
vieja y gastada que encontraron en la playa delante de la casa de Don Joao,
como si fuera un bien preciado. Este era un ejemplo de extravío.
En la Barra nunca había pasado nada, salvo el suicidio del
zapatero Isaías en el verano del 2.005.
En la tercera página Olavarría incluyó unos párrafos del “Cuaderno de
Conjeturas” de Celso Emilio Pérez que reflejaban, según él, un mal momento del
Inspector. No puso comillas para identificar lo que era cita de lo que él mismo
opinaba, no puede asegurarse, por tanto, qué pertenece a cada uno:
tantos motivos,
tantos zapatos…pero estaba la cercanía y la posibilidad de las pateras, las
balsas de emigrantes, el tráfico de los nuevos esclavos buscando un paraíso,
oscuros trenes a vela de la frustración y la esperanza. Eleonora no movía una
ceja y sus ojos estaban traspasados de nubes de tormenta. En el hotel no tenían
memoria de tanta lluvia ni de tantos zapatos. Quiero anotar también el silencio
de un hombre que nos miraba rastrear y fotografiar todo meticulosamente, una
media de tres fotos por zapato, mientras él hablaba por walky-talky. A veces se
cruzan las miradas y una chispa salta sin presencia. Ninguno de los dos quiso
hablar de los zapatos en la cena. Menos aún de las estrellas de cinco puntas
que encontramos. Eleonora apenas probó su plato. Creo que debemos volvernos a
Huelva. En la cámara de fotos hay 1.126 documentos como prueba. Cuatro noches
sin dormir.
La recomendación final del Informe es que se consideren
desaparecidos, en apenas cinco metros no se hacía pie cuando subía la marea, precisaba,
estos mares tranquilos son muy traicioneros, puso como comentario. “Mi conclusión es que murieron ahogados.
Nadie halló la cámara de fotos. La cuenta del hotel quedó impaga, consideran
que la Policía de Huelva debería hacerse cargo. Hice constar con firmeza que el
Inspector no estaba en comisión de servicio y que nuestro Cuerpo no se hace
cargo de gastos personales. Haré la declaración procedente a mi llegada. Con el debido respeto quiero solicitar tres
días de permiso, este es un lugar paradisaico ”.