domingo, 6 de diciembre de 2015

El diario de JS


Martes  16 de septiembre

La idea de matar a R empezó refiriendose a su imagen pública, no sé en qué momento hemos llegado a esta convicción de que hay que eliminarlo. Hay ideas de Constanza que no asumo del todo. Ese es mi sino, la dificultad y la duda.

Desde luego ha contrinuido la columna en El País de AG, llega un momento en que muchos de nosotros no es que consideremos difícil creer en los magistrados, o creer en los polìticos, no es que consideremos dificil vivir en esta España, es que consideramos difìcil ser español.

Esta noche veré de nuevo a Almudena. Me había jurado a mi mismo no verla más, pero es superior a mi voluntad, al saludarla en la parada de autobuses, el olor de la piel de su mejilla, ese aroma que se pone detrás de la oreja, cierto desdén con una pátina de cercanía, me revolucionaron.

Miércoles 17 de septiembre

Javier presentó una parte del plan. Conforme lo he ido escuchando se fortalece la idea de que no quiero inmiscuirme en esto. Me seduce imaginarme el momento. Eso sí: Llegar con el equipo de periodistas, hacerle la primera pregunta, establecer un clima de comprensión con el momento dificil que debe estar pasando. Preguntarle si tiene miedo, si ha pensado que pueda haber un plan contra él y decirle que sí lo hay y dispararle.

No me parece que haya que explicarle nada, ni que insultarle. Creo que debe ser un acto frío, incluso con una sonrisa en el rostro. Pero más allá de esa imagen precisa del momento del ajusticiamiento, la certeza de que nos vamos a equivocar políticamente, me cercena. Pienso que estamos llegando demasiado lejos y que además de mis propias complicaciones éticas lo convertiriamos en víctima. Ese es el gran error polìtico. Flaco favor.

La idea con Almudena era hacer un ritual con velas para agradecernos el tiempo que pasamos juntos. Brindar con vino tinto por cada noche de amor que tuvimos. Por lo polvos de antología, por las conversaciones llenas de intimismo, por el flamenco que nos enredó y el deseo que nos mantuvo, pero ho fue así. Desde el primer abrazo lo supe. Nos veremos el Domingo en la tarde después de que le comunique al grupo que no participaré en el asesinato de R. Lo he decidido

Viernes 19 de septiembre

He anotado  en el cuaderno negro una frase de Murakami: “el brandy es una bebida a la que le viene bien el silencio” . Me gustaron los cuentos de este libro  “Hombres sin mujeres”. Voy a beberme una copa de brandy, tal vez dos. Tengo mucho silencio en esta tarde y tengo mucha tarde por delante.

He pensado que este regreso con Almudena puedo escribirlo a partir de un supuesto encuentro en una cata de brandys. Ella entra tarde en la sala, por ejemplo cuando estamos haciendo el brindis inicial y simplemente se acerca. “No tengo copa” me dice y acerca sus labios a la mia, bebe un sorbo y deja las huellas de su labial como el mordisco vampiro que mi cuello esperaba. Eso piensa el personaje que me representa. Dice que mi cuello esperaba, con una cadencia poètica, en vez de que esperaba mi cuello.

Lo que tengo claro es que nunca se lo leeré a Almudena, quiero escribir con libertad

Domingo 21

Decidí no leerselo antes de escribirlo porque como se pregunta Edmundo Paz Sodán “¿No es un diario otra forma de ficción construida con los retazos de una vida (…)? No quiero escribir enviándole guiños. Almudena no aceptaría muchos de mis pensamientos, ni de mis palabras y mis pensamientos y mis palabras son míos. No hay transacción más allá de mi herida.

Esta tarde tendremos el Comité de la Operación  Año de María, preferimos ponerle un nombre religioso. Usar el femenino fue una propuesta de la rubia Ansón. Después la noche con Almudena (se llama mi amor)

Lunes 22

No pude dimitir del proyecto. Constanza se paró frente a mi y me dijo que esos reparos éticos eran
una vez más los resabios de mi conciencia pequeño burguesa, que me dejara de hostias de una vez ¿Por qué siendo tan culta tiene que dejarse llevar por esa ira soez y malhablada?

Le dije que los cambios profundos de una sociedad no se hacen matando a sus presidentes y me espetó: ¿Qué hubiera pasado en España si la ETA no hubiese quitado de en medio a Carrero Blanco? Que lo que tengo es miedo. “Calzonazos”, me dijo y volvió la espalda.

Me mantuve en silencio largo rato. Javier me invitó a salir, no quería seguir desplegando la estrategia delante de un traidor. “Me quedo” le dije. “Olviden lo que dije” le dije. “No estoy pasando un buen momento.”

Constanza me miró de reojo y sentí su perdón. Nos fuimos a Malasaña a tomar unos vinos. Llamé a Almudena para decirle que se había complicado todo en mi trabajo con la visita de un australiano. Ella no puede saber nada de esto. Es del PP. Además es secreto. Nos veremos esta noche.

Miércoles 24

Pasamos toda la noche sin dormir, encendidos como una brasa viva. Las caderas de Almudena me calientan. Regresando en el coche he pensado que el hecho de que milite en el PP puede ser una coartada si al escaparme del Palacio de la Moncloa logro que no me detengan.

Quedaré con Almudena en los cines Alphaville. Luego iremos a la Fromagerie, después a su casa, allí le propondré que cada uno queme uno de sus cuentos. Yo quemaré el cuestionario de preguntas  y mis anotaciones de las respuestas de R. Reduciré las huellas de mi colaboración con el crimen de estado. A Constanza le gusta llamarle ajusticiamiento y se molesta cuando yo le llamo magnicidio. Significa darle una importancia a R, que no tiene. Ella está segura que la historia, cuando se haya pasado el shock inicial, celebrará ese día el final de un periodo negro.

Cada vez tengo más claro que si fuera Ministro de Educación mi objetivo sería incorprar la asigantura de “Convivencia democrática” y el foco eliminar la emoción del asco. No he podido dejar de pensar en ella después de leer a Martha Nussbaum. Aprendemos a tener asco a los vagabundos, a los coreanos porque huelen a ajo, a los negros, a las cucarachas, a los ratones, a ciertas comidas y el asco se instala como la emoción de la discrimanación sin argumentos. Hablar no cabe ante una reacción que nos supera.

A nadie del grupo le da asco R. simplemente sabemos que está destruyendo el país desde un plan lleno de fría razón y ausencia.

Viernes 26

Hoy recibimos a Ibrahimovic. Su curriculum me dejó pálido. Trabajó como entrenador de los grupos partisanos en Bosnia. En menos de media hora nos hizo sentir que nuestro plan era de un grupo de principiantes, buenas palabras, ideas modernas y vacías, dijo, no vio gestión del atentado. Nunca habíamos usado ese lenguaje.

Tendremos que retrasar el momento del ajusticiamiento. No niego que siento un respiro y de hecho me sume a sus argumentos, sé que es una vileza, para justificar por qué yo veía algo poco sólido. Constanza me miró con ganas de matarme. Reconozco que me gusta esa fiereza en su cara.

Anoté:

·      No pueden seguir llamándose por sus nombres (decidimos que yo sería  jotaese)
·      No escriban sobre esto, ni dejen huellas (no estoy dispuesto a perder un rasgo de mi identidad como es el de escribir. Mentiré.)
·      No pueden usar redes sociales
·      La logística es tan importante como el grupo ejecutor
·      Las armas convencionales se detectarán a la entrada del Palacio. Hay que incorporar a un especialista en artes marciales agresivas. Parace ser que uno de sus enemigos serbios, ahora reconvertido, puede desplazarse en 10 días más.
·      No da ningún valor al cruce de piernas de Constanza para que R acepte salir de su mesa y sentarse en el sofá dorado.
·      Cambió la redacción de 7 de las 10 preguntas del cuestionario previo que debemos enviar siguiendo el protocolo del Gabinete de Comunicaciones de la Presidencia.


Domingo 28

Constanza me ha estado intentando convencer de que le estamos dando demasiada autoridad a Ibrahimovic. Está de acuerdo en que se quite la escena 3,  la del cruce de piernas, siempre se sintió utilizada por la visión machista del grupo, pero hay algo en él que no le gusta. Trato como puedo de que no empiece a dejarse llevar por intuiciones y toda esa serie de aprensiones acientíficas.

Me sorprendió preguntándome si había vuelto con Almudena. ¿Me espías? Le pregunté y salió bien de la pregunta. Sólo es una preocupación de una buena amiga que sabe que hay relaciones que pueden ser tóxicas para mi. Tóxicas, dijo.

He vuelto a leer esta noche los versos de Mitre:

Despierta, esta aquí
No es la dicha
Es la presencia.

Mi padre le invitó una vez a cenar a casa. Eduardo Mitre, poeta boliviano, dijo y tras eso él nos habló de la nostalgia. Eso me pasa hoy, que no se si tengo confusión o es una nostalgia desvaída. Lo que sé es que no es la dicha. Lo que puede ser es la ausencia. Llevo toda la semana prendido de esa palabra. Quiero deletrearla como si masticara:
a u s e n c i a.

Almudena me mira a veces en silencio y yo sé que se pregunta cuál es nuestro vínculo, mas allá de las caderas, más alla de su forma de suspirar cuando goza.

Miércoles 1


El plan avanza, Constanza me dice siempre que puede, que ya no es nuestro plan, que es el de Ibrahimovic y él no tiene este dolor de España, actúa como lo haría si hubieramos ido a asesinar a Olof Palme. Yo le sigo el rollo aunque nunca hubiera ido a asesinar a Palme. En el fondo sé que me da argumentos para mantenerme en esta zozobra.

Hoy no fui a la sesión programática de la tarde, me quedé toda la tarde en casa. Aquí sigo. A Almudena le dije que sí iba y que nos veríamos mañana. Constanza me llamó y le dije que había vomitado los calamares en su tinta del almuerzo. Ella no entiende que yo coma productos de escritura. Bromeo. Se ofreció a venir. Le pedí que no lo hiciera.   

No llego a entender cuál es nuestra rebelión, que plan tenemos, adonde nos llevará todo esto. Tiene que ver con una duda sobre la condición humana. Tiene que ver con una duda sobre mi condición revolucionaria.

Despierta esta aquí / No es la soledad vacía/ es la ausencia. De lo que no declino es que R. es un hijo  
de la gran puta, pero me pregunto si será suficiente.




Esa noche sin dormir


No llegaba la noche a los ojos de Ambrosio, es verdad que  algunos días se resiste unas horas, pero ayer  concluyó que no llegaría. Enchufó la tostadora como un signo de rendición.  Inició la rutina hacia la primera comida de un día nuevo, sin poderse quitar de la cabeza la palabra decepción.

Nos decepcionamos porque tenemos la capacidad de la ilusión y del sueño. Ayer no tuvo Ambrosio esa capacidad. El pan sin gluten también es pan y han terminado por gustarle estas tostadas abizcochadas con aceite de oliva. La porosidad de este pan contiene su vacío. El aceite que se aferra a su densidad contiene la disipación de su propia esencia. Así toda la noche.

Ya se ha leído los dos diarios que le llegan cada día, ha viajado por la Grecia de Tsipras, se ha paseado por las calles de Madrid donde el portero de su equipo sale del estadio con los ojos hinchados de ingratitud,  probablemente de decepción, piensa. Entonces en la libreta en la que anota los productos que debe comprar en el mercado, lo escribe: “Casillas sale del estadio que fue la casa de sus sueños con los ojos hinchados de lágrimas ingratas, la decepción le nubla, con esa mezcla de ingratitud y deslealtad” antes había escrito la palabra traición y la ha borrado.

Escribimos para mentir bajo la excusa del arte, para construir realidades que nos enmascaren. Escribimos para autojustificarnos o seducir, para que nos amen y también (y en ese momento se imaginaba ante los ojos de Irene de la S) para pedir perdón y perdonarnos.

Ambrosio solo quisiera entonces que Irene de la S prefiriera la belleza de su supuesta mentira, de su realidad vivida en la ficción cotidiana de existir, que al ocupar tantas horas y al ser interpretada con tanta pasión, sustituye a la monotonía de los minutos reales, al goteo de un grifo que no ajusta, a una puerta que silba al cerrarse, cuando el manantial de sus miradas provocaba el fluir precipitado de la sangre.

Es en ese momento que no comprende la vida, o que la vida de otros no lo comprende a él. Es en ese momento que se dio cuenta que la tostadora no funcionaba a pesar del olor del pan quemado, de un cierto runruneo eléctrico o de una exhalación tostada.

Ambrosio echó de menos la inutilidad de algunos conocimientos que se alojan en el lugar más recóndito de la memoria. Lo pensaba mientras que el nombre de Chindasvinto acudía a la hora de hablar con su perro sentado en la cocina. En su niñez hubiera querido tener un perro imaginario, no echó de menos tener amigos, quizás tampoco un perro, tal vez solo echara en falta otra cosa que no fuera un invierno sin bronquitis asmática, e inexplicablemente sonrió al venirle como un murmullo aquella lista de los reyes godos que tuvo que aprenderse de niño, de los 33 solo recuerda 18, la lista empezaba con Ataulfo y terminaba con D Rodrigo, el perdedor de la batalla de Guadalete, en medio Teodoredo, Turismundo, Teodorico, Leoduvico, Eurico, Amalarico, Atanagildo, Leovigildo, Recaredo , Gundemaro, Sisebuto, Suintila, Chindasvinto, Recesvinto,Wamba, Ervigio, Égica, Witiza. 

Se agota al recordar o al darse cuenta de la inutilidad de este recuerdo. Espacios para llenar, la noche es larga. 

En esa lista el más importante faltaba,  Hermenegildo, hijo de Leovigildo que se convirtió al 
catolicismo abandonando la religión arriana y decepcionando profundamente a su padre.  Entonces, en aquel mundo, todos nosotros debíamos estar dispuestos a morir en la hoguera y a no ser reyes para defender la ´´única religión por la que era posible morir”. Eso era entonces cuando Hermenegildo fue decapitado. Y la cabeza sincrónicamente le dolió a Ambrosio, el hacha se hizo martillo. Seguía goteando el grifo y la noche.

Se dio cuenta que Chindasvinto no le seguía el hilo, entre otras cosas porque su perro no se llamaba así y volvió a los ojos llenos de decepción de Irene de la S, y la condena a una hoguera fría que supo leer en ellos.

Noches largas de inexactitud, del dolor de ser y de los requerimientos del deber ser. Y encima la tostadora y su inaguantable realidad fallida. Abrió la novela después de varias semanas de dejarla detenida en aquel párrafo y tuvo la sensación de que los personajes desistían de su empeño, de que Freddie estaba sin afeitar y con los ojos nublados.

Solemos leer nuestras propias sensaciones. Tuvo, por eso, el presentimiento de que lo que fue tan amado y necesario se desvanecia en la lejanía de un camino y apenas le quedó un agujero en el pecho, en ese lugar impreciso y en forma de túnel por el que entra el aire y la energía de la vida.

El insomnio se enfrenta de maneras diversas  y también supo que debería ensayar  varias. No siempre las fracciones de tiempo se siguen con la misma cadencia. La de anoche era de adagio lento. La cafetera entonces emitió un quejido largo. Tendrá alguna explicación física, pero el sintió que terminaban las tardes de café, que Irene de la S. se despedía, que la Magefesa también desistía y otra forma de la soledad le devolvió a los ojos de Freddie y a la atmósfera del escritor irlandés, a los edulcorantes, a los sucedáneos, a cuando decidimos declinar lo que fue más importante. Página 150.

El café era un largo americano, es decir agua sucia, indolencia tibia, excremento de rana.
Se fue entonces al baño y le acompañó la palabra “filamento”. No significó una luz encendida, sino un largo tallo  enroscado sobre un concepto de sí mismo, una garganta aprisionada por un alga vengadora. Esa puede ser la forma opresiva de las obsesiones. Se imaginó una trama de equívocos y a un hombre cobarde y vanidoso. Le puso el rostro de Augusto Romero, aunque finalmente se le superpusieron cientos de gestos mezquinos, su propia mirada en el espejo empañado del vaho de la noche, la convicción de que formamos parte de la misma miseria, de la misma angustia y la misma injusticia.


Tuvo una larga micción y un llanto pegajoso. Cuando regresó al cuarto de estar no tenía sentido seguir leyendo, se sirvió un Ballantines y empezó a buscar otra palabra, un catálogo de decepciones, el nombre de un filósofo, la imagen de alguna calle de Santiago, la puerta de una farmacia. Ninguna señal le llegó, ninguna oveja  simbólica, solo la certeza del sueño perdido de ese Martes.


Estaba ya amanecido cuando sonó el teléfono. Era una equivocación, preguntaban por Alfredo. Con su aversión a preguntar no averiguó nada, ni siquiera hizo la conexión con Freddie ¿Por qué Irene podría creer que con meras indicaciones abstractas él podría intuir el motivo de su lejanía, del hielo de sus ojos, de la incomodidad de su distancia? No preguntó nada. Sólo esta noche le llega el rostro de un informante tortuoso, aquella tarde no.  Sólo esta noche le ha llegado el luto con sus alas de cuervo, con su sotana larga. Vuelve a sonar el teléfono o es el despertador sin inteligencia. No toma la llamada.