domingo, 6 de diciembre de 2015

El diario de JS


Martes  16 de septiembre

La idea de matar a R empezó refiriendose a su imagen pública, no sé en qué momento hemos llegado a esta convicción de que hay que eliminarlo. Hay ideas de Constanza que no asumo del todo. Ese es mi sino, la dificultad y la duda.

Desde luego ha contrinuido la columna en El País de AG, llega un momento en que muchos de nosotros no es que consideremos difícil creer en los magistrados, o creer en los polìticos, no es que consideremos dificil vivir en esta España, es que consideramos difìcil ser español.

Esta noche veré de nuevo a Almudena. Me había jurado a mi mismo no verla más, pero es superior a mi voluntad, al saludarla en la parada de autobuses, el olor de la piel de su mejilla, ese aroma que se pone detrás de la oreja, cierto desdén con una pátina de cercanía, me revolucionaron.

Miércoles 17 de septiembre

Javier presentó una parte del plan. Conforme lo he ido escuchando se fortalece la idea de que no quiero inmiscuirme en esto. Me seduce imaginarme el momento. Eso sí: Llegar con el equipo de periodistas, hacerle la primera pregunta, establecer un clima de comprensión con el momento dificil que debe estar pasando. Preguntarle si tiene miedo, si ha pensado que pueda haber un plan contra él y decirle que sí lo hay y dispararle.

No me parece que haya que explicarle nada, ni que insultarle. Creo que debe ser un acto frío, incluso con una sonrisa en el rostro. Pero más allá de esa imagen precisa del momento del ajusticiamiento, la certeza de que nos vamos a equivocar políticamente, me cercena. Pienso que estamos llegando demasiado lejos y que además de mis propias complicaciones éticas lo convertiriamos en víctima. Ese es el gran error polìtico. Flaco favor.

La idea con Almudena era hacer un ritual con velas para agradecernos el tiempo que pasamos juntos. Brindar con vino tinto por cada noche de amor que tuvimos. Por lo polvos de antología, por las conversaciones llenas de intimismo, por el flamenco que nos enredó y el deseo que nos mantuvo, pero ho fue así. Desde el primer abrazo lo supe. Nos veremos el Domingo en la tarde después de que le comunique al grupo que no participaré en el asesinato de R. Lo he decidido

Viernes 19 de septiembre

He anotado  en el cuaderno negro una frase de Murakami: “el brandy es una bebida a la que le viene bien el silencio” . Me gustaron los cuentos de este libro  “Hombres sin mujeres”. Voy a beberme una copa de brandy, tal vez dos. Tengo mucho silencio en esta tarde y tengo mucha tarde por delante.

He pensado que este regreso con Almudena puedo escribirlo a partir de un supuesto encuentro en una cata de brandys. Ella entra tarde en la sala, por ejemplo cuando estamos haciendo el brindis inicial y simplemente se acerca. “No tengo copa” me dice y acerca sus labios a la mia, bebe un sorbo y deja las huellas de su labial como el mordisco vampiro que mi cuello esperaba. Eso piensa el personaje que me representa. Dice que mi cuello esperaba, con una cadencia poètica, en vez de que esperaba mi cuello.

Lo que tengo claro es que nunca se lo leeré a Almudena, quiero escribir con libertad

Domingo 21

Decidí no leerselo antes de escribirlo porque como se pregunta Edmundo Paz Sodán “¿No es un diario otra forma de ficción construida con los retazos de una vida (…)? No quiero escribir enviándole guiños. Almudena no aceptaría muchos de mis pensamientos, ni de mis palabras y mis pensamientos y mis palabras son míos. No hay transacción más allá de mi herida.

Esta tarde tendremos el Comité de la Operación  Año de María, preferimos ponerle un nombre religioso. Usar el femenino fue una propuesta de la rubia Ansón. Después la noche con Almudena (se llama mi amor)

Lunes 22

No pude dimitir del proyecto. Constanza se paró frente a mi y me dijo que esos reparos éticos eran
una vez más los resabios de mi conciencia pequeño burguesa, que me dejara de hostias de una vez ¿Por qué siendo tan culta tiene que dejarse llevar por esa ira soez y malhablada?

Le dije que los cambios profundos de una sociedad no se hacen matando a sus presidentes y me espetó: ¿Qué hubiera pasado en España si la ETA no hubiese quitado de en medio a Carrero Blanco? Que lo que tengo es miedo. “Calzonazos”, me dijo y volvió la espalda.

Me mantuve en silencio largo rato. Javier me invitó a salir, no quería seguir desplegando la estrategia delante de un traidor. “Me quedo” le dije. “Olviden lo que dije” le dije. “No estoy pasando un buen momento.”

Constanza me miró de reojo y sentí su perdón. Nos fuimos a Malasaña a tomar unos vinos. Llamé a Almudena para decirle que se había complicado todo en mi trabajo con la visita de un australiano. Ella no puede saber nada de esto. Es del PP. Además es secreto. Nos veremos esta noche.

Miércoles 24

Pasamos toda la noche sin dormir, encendidos como una brasa viva. Las caderas de Almudena me calientan. Regresando en el coche he pensado que el hecho de que milite en el PP puede ser una coartada si al escaparme del Palacio de la Moncloa logro que no me detengan.

Quedaré con Almudena en los cines Alphaville. Luego iremos a la Fromagerie, después a su casa, allí le propondré que cada uno queme uno de sus cuentos. Yo quemaré el cuestionario de preguntas  y mis anotaciones de las respuestas de R. Reduciré las huellas de mi colaboración con el crimen de estado. A Constanza le gusta llamarle ajusticiamiento y se molesta cuando yo le llamo magnicidio. Significa darle una importancia a R, que no tiene. Ella está segura que la historia, cuando se haya pasado el shock inicial, celebrará ese día el final de un periodo negro.

Cada vez tengo más claro que si fuera Ministro de Educación mi objetivo sería incorprar la asigantura de “Convivencia democrática” y el foco eliminar la emoción del asco. No he podido dejar de pensar en ella después de leer a Martha Nussbaum. Aprendemos a tener asco a los vagabundos, a los coreanos porque huelen a ajo, a los negros, a las cucarachas, a los ratones, a ciertas comidas y el asco se instala como la emoción de la discrimanación sin argumentos. Hablar no cabe ante una reacción que nos supera.

A nadie del grupo le da asco R. simplemente sabemos que está destruyendo el país desde un plan lleno de fría razón y ausencia.

Viernes 26

Hoy recibimos a Ibrahimovic. Su curriculum me dejó pálido. Trabajó como entrenador de los grupos partisanos en Bosnia. En menos de media hora nos hizo sentir que nuestro plan era de un grupo de principiantes, buenas palabras, ideas modernas y vacías, dijo, no vio gestión del atentado. Nunca habíamos usado ese lenguaje.

Tendremos que retrasar el momento del ajusticiamiento. No niego que siento un respiro y de hecho me sume a sus argumentos, sé que es una vileza, para justificar por qué yo veía algo poco sólido. Constanza me miró con ganas de matarme. Reconozco que me gusta esa fiereza en su cara.

Anoté:

·      No pueden seguir llamándose por sus nombres (decidimos que yo sería  jotaese)
·      No escriban sobre esto, ni dejen huellas (no estoy dispuesto a perder un rasgo de mi identidad como es el de escribir. Mentiré.)
·      No pueden usar redes sociales
·      La logística es tan importante como el grupo ejecutor
·      Las armas convencionales se detectarán a la entrada del Palacio. Hay que incorporar a un especialista en artes marciales agresivas. Parace ser que uno de sus enemigos serbios, ahora reconvertido, puede desplazarse en 10 días más.
·      No da ningún valor al cruce de piernas de Constanza para que R acepte salir de su mesa y sentarse en el sofá dorado.
·      Cambió la redacción de 7 de las 10 preguntas del cuestionario previo que debemos enviar siguiendo el protocolo del Gabinete de Comunicaciones de la Presidencia.


Domingo 28

Constanza me ha estado intentando convencer de que le estamos dando demasiada autoridad a Ibrahimovic. Está de acuerdo en que se quite la escena 3,  la del cruce de piernas, siempre se sintió utilizada por la visión machista del grupo, pero hay algo en él que no le gusta. Trato como puedo de que no empiece a dejarse llevar por intuiciones y toda esa serie de aprensiones acientíficas.

Me sorprendió preguntándome si había vuelto con Almudena. ¿Me espías? Le pregunté y salió bien de la pregunta. Sólo es una preocupación de una buena amiga que sabe que hay relaciones que pueden ser tóxicas para mi. Tóxicas, dijo.

He vuelto a leer esta noche los versos de Mitre:

Despierta, esta aquí
No es la dicha
Es la presencia.

Mi padre le invitó una vez a cenar a casa. Eduardo Mitre, poeta boliviano, dijo y tras eso él nos habló de la nostalgia. Eso me pasa hoy, que no se si tengo confusión o es una nostalgia desvaída. Lo que sé es que no es la dicha. Lo que puede ser es la ausencia. Llevo toda la semana prendido de esa palabra. Quiero deletrearla como si masticara:
a u s e n c i a.

Almudena me mira a veces en silencio y yo sé que se pregunta cuál es nuestro vínculo, mas allá de las caderas, más alla de su forma de suspirar cuando goza.

Miércoles 1


El plan avanza, Constanza me dice siempre que puede, que ya no es nuestro plan, que es el de Ibrahimovic y él no tiene este dolor de España, actúa como lo haría si hubieramos ido a asesinar a Olof Palme. Yo le sigo el rollo aunque nunca hubiera ido a asesinar a Palme. En el fondo sé que me da argumentos para mantenerme en esta zozobra.

Hoy no fui a la sesión programática de la tarde, me quedé toda la tarde en casa. Aquí sigo. A Almudena le dije que sí iba y que nos veríamos mañana. Constanza me llamó y le dije que había vomitado los calamares en su tinta del almuerzo. Ella no entiende que yo coma productos de escritura. Bromeo. Se ofreció a venir. Le pedí que no lo hiciera.   

No llego a entender cuál es nuestra rebelión, que plan tenemos, adonde nos llevará todo esto. Tiene que ver con una duda sobre la condición humana. Tiene que ver con una duda sobre mi condición revolucionaria.

Despierta esta aquí / No es la soledad vacía/ es la ausencia. De lo que no declino es que R. es un hijo  
de la gran puta, pero me pregunto si será suficiente.




Esa noche sin dormir


No llegaba la noche a los ojos de Ambrosio, es verdad que  algunos días se resiste unas horas, pero ayer  concluyó que no llegaría. Enchufó la tostadora como un signo de rendición.  Inició la rutina hacia la primera comida de un día nuevo, sin poderse quitar de la cabeza la palabra decepción.

Nos decepcionamos porque tenemos la capacidad de la ilusión y del sueño. Ayer no tuvo Ambrosio esa capacidad. El pan sin gluten también es pan y han terminado por gustarle estas tostadas abizcochadas con aceite de oliva. La porosidad de este pan contiene su vacío. El aceite que se aferra a su densidad contiene la disipación de su propia esencia. Así toda la noche.

Ya se ha leído los dos diarios que le llegan cada día, ha viajado por la Grecia de Tsipras, se ha paseado por las calles de Madrid donde el portero de su equipo sale del estadio con los ojos hinchados de ingratitud,  probablemente de decepción, piensa. Entonces en la libreta en la que anota los productos que debe comprar en el mercado, lo escribe: “Casillas sale del estadio que fue la casa de sus sueños con los ojos hinchados de lágrimas ingratas, la decepción le nubla, con esa mezcla de ingratitud y deslealtad” antes había escrito la palabra traición y la ha borrado.

Escribimos para mentir bajo la excusa del arte, para construir realidades que nos enmascaren. Escribimos para autojustificarnos o seducir, para que nos amen y también (y en ese momento se imaginaba ante los ojos de Irene de la S) para pedir perdón y perdonarnos.

Ambrosio solo quisiera entonces que Irene de la S prefiriera la belleza de su supuesta mentira, de su realidad vivida en la ficción cotidiana de existir, que al ocupar tantas horas y al ser interpretada con tanta pasión, sustituye a la monotonía de los minutos reales, al goteo de un grifo que no ajusta, a una puerta que silba al cerrarse, cuando el manantial de sus miradas provocaba el fluir precipitado de la sangre.

Es en ese momento que no comprende la vida, o que la vida de otros no lo comprende a él. Es en ese momento que se dio cuenta que la tostadora no funcionaba a pesar del olor del pan quemado, de un cierto runruneo eléctrico o de una exhalación tostada.

Ambrosio echó de menos la inutilidad de algunos conocimientos que se alojan en el lugar más recóndito de la memoria. Lo pensaba mientras que el nombre de Chindasvinto acudía a la hora de hablar con su perro sentado en la cocina. En su niñez hubiera querido tener un perro imaginario, no echó de menos tener amigos, quizás tampoco un perro, tal vez solo echara en falta otra cosa que no fuera un invierno sin bronquitis asmática, e inexplicablemente sonrió al venirle como un murmullo aquella lista de los reyes godos que tuvo que aprenderse de niño, de los 33 solo recuerda 18, la lista empezaba con Ataulfo y terminaba con D Rodrigo, el perdedor de la batalla de Guadalete, en medio Teodoredo, Turismundo, Teodorico, Leoduvico, Eurico, Amalarico, Atanagildo, Leovigildo, Recaredo , Gundemaro, Sisebuto, Suintila, Chindasvinto, Recesvinto,Wamba, Ervigio, Égica, Witiza. 

Se agota al recordar o al darse cuenta de la inutilidad de este recuerdo. Espacios para llenar, la noche es larga. 

En esa lista el más importante faltaba,  Hermenegildo, hijo de Leovigildo que se convirtió al 
catolicismo abandonando la religión arriana y decepcionando profundamente a su padre.  Entonces, en aquel mundo, todos nosotros debíamos estar dispuestos a morir en la hoguera y a no ser reyes para defender la ´´única religión por la que era posible morir”. Eso era entonces cuando Hermenegildo fue decapitado. Y la cabeza sincrónicamente le dolió a Ambrosio, el hacha se hizo martillo. Seguía goteando el grifo y la noche.

Se dio cuenta que Chindasvinto no le seguía el hilo, entre otras cosas porque su perro no se llamaba así y volvió a los ojos llenos de decepción de Irene de la S, y la condena a una hoguera fría que supo leer en ellos.

Noches largas de inexactitud, del dolor de ser y de los requerimientos del deber ser. Y encima la tostadora y su inaguantable realidad fallida. Abrió la novela después de varias semanas de dejarla detenida en aquel párrafo y tuvo la sensación de que los personajes desistían de su empeño, de que Freddie estaba sin afeitar y con los ojos nublados.

Solemos leer nuestras propias sensaciones. Tuvo, por eso, el presentimiento de que lo que fue tan amado y necesario se desvanecia en la lejanía de un camino y apenas le quedó un agujero en el pecho, en ese lugar impreciso y en forma de túnel por el que entra el aire y la energía de la vida.

El insomnio se enfrenta de maneras diversas  y también supo que debería ensayar  varias. No siempre las fracciones de tiempo se siguen con la misma cadencia. La de anoche era de adagio lento. La cafetera entonces emitió un quejido largo. Tendrá alguna explicación física, pero el sintió que terminaban las tardes de café, que Irene de la S. se despedía, que la Magefesa también desistía y otra forma de la soledad le devolvió a los ojos de Freddie y a la atmósfera del escritor irlandés, a los edulcorantes, a los sucedáneos, a cuando decidimos declinar lo que fue más importante. Página 150.

El café era un largo americano, es decir agua sucia, indolencia tibia, excremento de rana.
Se fue entonces al baño y le acompañó la palabra “filamento”. No significó una luz encendida, sino un largo tallo  enroscado sobre un concepto de sí mismo, una garganta aprisionada por un alga vengadora. Esa puede ser la forma opresiva de las obsesiones. Se imaginó una trama de equívocos y a un hombre cobarde y vanidoso. Le puso el rostro de Augusto Romero, aunque finalmente se le superpusieron cientos de gestos mezquinos, su propia mirada en el espejo empañado del vaho de la noche, la convicción de que formamos parte de la misma miseria, de la misma angustia y la misma injusticia.


Tuvo una larga micción y un llanto pegajoso. Cuando regresó al cuarto de estar no tenía sentido seguir leyendo, se sirvió un Ballantines y empezó a buscar otra palabra, un catálogo de decepciones, el nombre de un filósofo, la imagen de alguna calle de Santiago, la puerta de una farmacia. Ninguna señal le llegó, ninguna oveja  simbólica, solo la certeza del sueño perdido de ese Martes.


Estaba ya amanecido cuando sonó el teléfono. Era una equivocación, preguntaban por Alfredo. Con su aversión a preguntar no averiguó nada, ni siquiera hizo la conexión con Freddie ¿Por qué Irene podría creer que con meras indicaciones abstractas él podría intuir el motivo de su lejanía, del hielo de sus ojos, de la incomodidad de su distancia? No preguntó nada. Sólo esta noche le llega el rostro de un informante tortuoso, aquella tarde no.  Sólo esta noche le ha llegado el luto con sus alas de cuervo, con su sotana larga. Vuelve a sonar el teléfono o es el despertador sin inteligencia. No toma la llamada.

viernes, 7 de agosto de 2015

¡Ay de mí, Alhama!




“Mataste los Bencerrajes que eran la flor de Granada/ cogiste los tornadizos/ de Córdoba la nombrada/ ¡Ay de mi Alhama!”  ¿A qué viene este recuerdo ahora? Han pasado siglos y no es fácil olvidar ese día. He vivido 17 vidas y no es fácil olvidar esa muerte. Caprichosa ventura de la circularidad, dolores enquistados por siglos, seis, para precisar y hoy regreso por esta vereda del valle de Lecrín donde sus restos yacen, exquisitos, quiero pensar. Como ella fue: Morayma. Su solo nombre me conmueve. Una vez que fui húngaro me cruce con sus ojos, los más bellos que he visto. Morayma. 

He escuchado cuatro versiones sobre la muerte de los Abencerrajes, la historia es una sola. La sueña Boabdil y él la construye en su silencio de amarguras. La historia la conocimos  él y yo. Y lo que voy a contar es sólo lo que esta melancolía me permite decir hoy,  cuando han pasado 533 años. Para ser más preciso se cumplirán en agosto.

Las leyendas construyen pasados que no fueron, han dicho que el responsable de la matanza fue Muley Hacen, el padre destronado por Boabdil para llegar a ser Muhammad XII, han dicho que fue una venganza de años por las peleas que siempre tuvimos en nuestras estirpes, han dicho que fue una forma de preparar el camino para que el hijo de Muley y Zoraida, la mora conversa, pudiese llegar a reinar en Granada dejando a Boabdil y a su madre Aixa a un lado del camino. Nada de eso es cierto.
Éramos 37 los caballeros de la tribu de Aben Hud, estábamos entrenados para luchar contra Muley, el disipado. Nunca nada nos detuvo, nunca un nazarí pudo enterrar su alfanje en nuestro corazón. Las cosas no ocurrieron de ese modo.


Esa historia que aún me duele la estaba soñando Boabdil cuando su aya le advierte de la salida de Morayma del Palacio en su yegua de nombre Blanca. Boabdil, que no fue chico, más alto que muchos y de tez pálida, corre por las habitaciones de La Alhambra. No se refleja su sombra en las paredes escritas del Corán, corre recordando la daga sarracena que le cortó de niño la yema de su pulgar. Su corazón se agita. Llega hasta el jardín del árbol caído sobre el muro blanco, ve la silueta de un hombre fuerte, la chilaba azul, el cuerpo que abraza a Morayma y la empuja con la pasión prohibida del deseo, puede sentir los brazos y los muslos que se buscan, el jadeo de un viento interior y amargo, los suspiros por otro de la mujer que ama. Ya nada puede hacer sino que el odio eche raíces, que la venganza multiplique la afrenta y llora. Llora mucho más que al volver la cabeza y mirar, años después, las almenas de Granada, no está su madre, Aixa, para decirle que llore como mujer lo que no ha sabido defender como hombre. Nada de eso ha ocurrido todavía. La historia hubiese sido otra sin ese momento que me rompe aún el corazón.


Los metales del escudo abencerraje refulgen en la noche. Eso es lo que Boabdil ve entre las lágrimas. Esa es la prueba que urdirá su venganza contra el traidor y todos sus hermanos.

En la siguiente mañana, diecinueve de agosto, envía a sus emisarios para que el clan abencerraje acuda a su palacio, “todos”, dice, “que no falte ninguno”, quiere sellar la alianza para combatir a los cristianos, terminarán con la presión hereje de la reina Católica.

Cuando entran en la sala del trono Muley deja su cimitarra en el suelo y pide que uno a uno digan su nombre y que, noblemente también, depongan sus armas. Uno a uno hablan y se presentan y encomiendan a Alá a su buen rey. Al terminar entra su guardia, los empujan al centro de la sala, bajo la bóveda de los siete cielos; atados de pies y manos son arrastrados a la sala de la fuente de alabastro que la historia llamará por nuestro  nombre, a los 36 les cortan la cabeza, la fuente se tiñe de sangre, los azulejos se oscurecen, todas las acequias del palacio destilan la venganza.

Boabdil informa a Morayma que grita y se horroriza, luego pide a su aya que la encierre en sus aposentos.

Yo nada supe de lo que sucedía, como cada tarde le envié mi poema con la paloma mensajera. Media hora después me llegó su mensaje y el horror de que habían matado a toda mi estirpe.

Odié no haber muerto con ellos, odie más que nunca mi mudez y que ese hubiera sido el motivo para que no me invitasen a acompañarles. Por señas les dije que el rey había dicho que fuésemos todos, los 37.

Siempre seguí los pasos de mi Morayma amada hasta su muerte, más de una vez me llegaron palomas de dolor en las que ella daba las gracias por la ausencia de mi voz a Alá, el protector del amor, de la pasión y del silencio. Alá, el protector de lo ausente



Hoy lo cuento, mi nombre es lo de menos, el nombre que tuve, el de hoy tiene cuatro letras que decepcionarían a Morayma, la verdad es lo que cuenta, ese espacio sagrado donde todo es, sin ser dicho. 

No despierten a los niños




En la logia junto a la cocina

Iba hacia la habitación del fondo, la que probablemente sería de ella si hubiese aceptado trabajar puertas adentro, pero una cosa es que hubiese llegado a trabajar como criada de esta casa tan grande, otra que su vida se encarcelara en este lujoso apartamento de otros, Lucila siempre había tenido las cosas claras, incluso en los tiempos de la mayor confusión. No es contradictorio, nada lo es cuando se trata de lo humano que encuentra en la contradicción su esencia. La única contradicción de lo contradictorio es que siga una lógica. Llegó a donde guardaban las escobas para barrer el estropicio que se había producido en el living cuando el que parecía tener más edad se tropezó con la mesa temblona de los canapés y se esparcieron por el suelo que tanto le había costado abrillantar en la mañana.

Si todavía conservara su interés por la escritura hoy sería una noche inspiradora, le gustaba el juego de entrar en las habitaciones donde se reunían los amigos de siempre y escuchar retazos de conversaciones, trozos de diálogos sin conocer el contexto, imaginar que es lo que habría venido antes y qué vendría después. El mundo es tan predecible y la vida tan desconcertante. Esto es lo que había logrado como ganancia de su drama. Ya no quería llamarlo drama, a pesar de su desprecio intelectual por la psicología positiva y los libros de autoayuda, aún despreciaba más la autocompasión y sentirse víctima. Lucila llegó al living y se excusó para que se retiraran los que estaban cerca del mueble de los CD´s, iba a quitar los canapés de paté de no sé qué con nueces y naranja amarga que habían quedado esparcidos por el suelo.

En la terraza
-        
      - ¿Cómo puedes seguir creyendo en unos tipos que en cuanto tienen acceso al poder se reparten tarjetas opacas con la mayor desfachatez y se forran a costa del contribuyente? Ya me carga esa cantinela tuya de responsabilidad con la política ¿De qué estamos hablando?- comenta el de la camisa clara.
  
-    - Yo no creo en esos tipos, Carlos, precisamente en esos tipos no. A mí lo que me carga es la facilidad con la que tú y la mayor parte de la gente generaliza sin ofrecer soluciones. Eso es lo que me carga, si- responde el que está bebiendo agua mineral con limón

-         -  ¿Y qué soluciones das tú, que cerremos los ojos y confiemos?

-         -  Precisamente no es eso, lo que quiero decir es que no nos quedemos esperando, que si no nos representan tendremos que entrar en la cancha a pelear por la pelota.

-          - ¿Yo? ¿Pero qué dices? A mí no se me ha perdido nadie en este entierro.

-         -  ¿Quién pidió vino de Rioja? – pregunta ella.

-           - Yo, Lucila- dice la chica de la minifalda de cuero negro- A ver si me coloco un poco y dejo ya de escuchar las monsergas de estos dos.

Regresa a la cocina con ese desasosiego que le producen las frases hechas, con la destemplanza de que no se den cuenta de cómo contribuyen a la desesperanza ¿Qué haremos, qué harán en un mundo sin esperanza? porque yo moriré antes que ellos.

Alguna vez ella la sintió profundamente, eran las seis en punto de la tarde de aquel día de septiembre enseres. Hay momentos que las palabras se rebelan de su suerte, qué puede ser más íntimo que lo escrito por uno mismo, que más parte del ser  ¿Cómo no, un enser?

cuando llegó el oficial del juzgado con la orden de cerrar el local de la librería. No podía sacar nada que no fueran sus enseres personales, eso le dijeron y el cajón con todos sus escritos de sus cinco años de librera, no fueron considerados enseres personales. El oficial leyó una página suelta de la primera carpeta del cajón, la recitó poniendo una voz almibarada y la devolvió a la caja confirmando que no tenían nada que ver con

¿Dos o tres whiskies con soda? No se acordaba. Prepararía tres       

En la habitación 1

Enfila el largo pasillo hacia la habitación donde duerme la niña cuando viene, allí se han concentrado la mitad de las mujeres, ese olor a perfumes, los tacones tan altos que alguna vez llevó, el glamour. Eran tres los whiskies y le piden otro.
-         
      - Estoy sorprendida con lo que me pasa- escucha a la señora de la casa- es una sensación de que me llegan las cosas, se anticipan, me advierten, Bernardo le resta importancia dice que es porque le conozco mucho y le adivino, pero el otro día fue increíble, fuimos al concierto de Serrat, que por cierto fue maravilloso.

-          - Yo también fui – dice la mujer del escote pronunciado- Ese hombre no envejece, juro que la próxima vez que venga compro la primera fila. La envidia que pasé de todas las que se acercaron a regalarle algo, a tocarle la mano, a que les firmara un Cd. Y él…

-          - Lo que os contaba, empiezan a poner micrófonos detrás de él, micrófonos altos y Bernardo me dice, van a venir otros invitados a cantar con él y yo, no me preguntéis por qué, digo “los niños”, ¿Qué niños? Me pregunta Bernardo, los niños, insisto yo, y él me mira con esa cara de suficiencia que a veces pone y me dice, qué dices, será Inti Illimani o un conjunto así y efectivamente llega Inti Illimani, se sitúan tras los micrófonos y Serrat toma el suyo y dice “los niños” silencio y a mí se me pone la carne de gallina, fijaros que lo cuento y  aún me pasa “los niños, la mayor parte de los niños del mundo son pobres y la mayor parte de los pobres del mundo son niños” dice Serrat y  empieza a cantar “Hijo del cerro, presagio de mala muerte, niño silvestre, que acechando la acera viene y va”, esa letra tan dolorosa de su canción ¿De dónde me vino la palabra niños? ¿Por qué lo supe?
   
      - Lo supiste, eso es todo, sabemos muy poco de por qué sabemos las cosas ¿Habéis leído a Damasio? – pregunta la de la blusa negra
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       - Si – responde la que está sentada en la cama junto a la ventana- y no sé si conocéis lo que se está avanzando hoy en la neurología, viene ahora un médico español que hay que leer Mario Alonso Puig. En junio viene a Chile.

-        -   Yo no, quien es
-           
      - Un tipo que habla de maravilla, investigador en neurología y aprendizaje.

-         -  Os estáis poniendo lateras con las explicaciones, a mí lo que me interesa es lo que le pasó a Zoe, porque si tiene poderes tendremos que aprovecharlos- dice la de las medias negras de fantasía- digo yo, a mí el I Ching me pronostica un año de decisiones importantes y de pérdidas.

Pérdidas, repite para sus adentros Lucila, pérdidas y sigue viendo las imágenes de aquella tarde, el
precinto de la puerta de su librería, el oficio pegado sobre el escaparate comunicando que se cerraba por Orden del Juzgado n° 1 de la Xunta gallega y el recuerdo del final de aquel cuento de Cortázar que le llegó como un vómito de no sé dónde, de su propia vida supone, de sus concesiones: “En lo alto dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en un sillón leyendo una novela” De ese cuento admirable que ella siguió en su casa después, en la habitación con la cama sin hacer, arrebujada entre sábanas de una semana, y en el último instante, una palabra que llega a sus oídos, los niños, la mano detenida en el aire, las ilusiones de una vida derritiéndose en la vela de cera de sus sueños, y el puñal llegando hasta su propio pecho para que la sangre corriese bajo los pies del hombre.

-          - Si tuviera poderes- escucha a la señora Zoe- no sabría cómo aplicarlos en este mundo a la deriva

-          - No te pongas dramática, galla- dice medias negras- son épocas, sólo eso: épocas

-          - ¿En qué época los jóvenes no creyeron que tuvieran futuro y los adultos se arrepintieron de su pasado? – entró en la habitación D. Bernardo.                

 En la cocina

Cada mes los mismos análisis, esta sensación de que todo está perdido, una palabra tras otra, el lenguaje sofisticado de quienes no tienen frío, hablan de los que no tienen voz, pero no los conocen, era más interesante cuando hablaban de aquella mujer que descubrió al volver de enterrar a su marido que en el bolsillo de atrás del pantalón del traje negro que le sirvió de mortaja se habían quedado las llaves de la casa, se quedó en silencio, después ordenó cambiar la cerradura, no sabemos nada de lo que pueden hacer los muertos, después de cambiarla reconsideró la decisión y dejó las cosas como estaban, no sabemos nada de lo que podemos sentir los vivos si los muertos regresaran. Manuel Vicent decía que esa era una historia de su abuela. La escribió incluso.

En esta distancia de la cocina sólo cabe mi soledad y esa soledad puedo imaginarme que hay una esperanza que yo no veré. Pensaba Lucila.

-          - Un vaso de agua por favor- le pidió el señor silencioso del traje gris- y si es tan amable me indica dónde está el servicio.

-          - Aquella puerta de color  azul

-          - Gracias


Al salir el hombre se volvió a asomar mientras Lucila leía un artículo de Fernando Savater sobre el principio de incertidumbre de Heisenberg y sonreía, él permaneció en silencio para verla, ella musitó: “Y quizá tampoco ninguno de nosotros sepa determinar juntamente dónde está y a dónde va en este mundo hermoso y atroz.” Volvió la cabeza y lo miró.

-          - ¿Deseaba algo? 

-          - Saber dónde duermen los niños ya es tarde y vamos a marcharnos

Lucila le alargó el periódico
-           
-     - Lea esto, le gustará, usted tiene aire de físico

El hombre no supo reaccionar, extendió la mano, ella se imaginó que se sentaba en un sillón y que ese otro que venía de los parques se acercaba por detrás, el cuchillo en la mano, su librería precintada, las voces discutiendo de política como quien habla de futbol, los canapés de colores en el suelo de madera, la vida tan bella y tan atroz
-         
       - Mejor sería que no despertaran a los niños- dijo Lucila en voz muy baja.

Y volvió a enfilar el largo pasillo hasta las voces y el silencio de las palabras.